domingo, 26 de julio de 2009

Acerca del delicado arte de calificar discos

Recuerdo que hace tiempo un colega bloggero afirmó que, en últimas, no estaba bien, ni era serio, aceptar la sentencia de ‘’ La música buena es la que a uno le gusta ‘’, la cual es una filosofía parcialmente predicada por alguien con una primitiva sensibilidad hacia el arte, y bastante reacio a la objetivación como yo. Esta persona también me comentaba que fue gracias al portal de crítica musical Pitchfork (creo que se dedican a otras cosas, pero en la actualidad no me interesa) que se le abrió el panorama de la música. Yo puedo decir que gracias a Dios no crecí con ese medio como guía, porque me habría perdido de vivir demasiados buenos momentos.


Pitchfork, como la Biblia de la música Indie en que parece haberse convertido vende la ilusión de la gran objetividad, o de la subjetividad celestial que vendría a ser lo mismo. Palabra de Pitchfork. Tiene que ver con esa tendencia presente en el mundo moderno de que deben existir personas más geniales, experimentadas y por tanto más capaces que nos ordenen el mundo. Y es cierto. ¿Pero hasta dónde puede y debe llegar eso? Tenemos una academia que entrega los premios grammy, que, sabemos, están terriblemente lejos de acertar en lo que es realmente mejor en términos de música cada año. Por su parte, Pitchfork se las ha arreglado para parecer mil veces más confiable a los ojos de los melómanos. Pero, ¿Es realmente convincente?


A nadie, sea quien sea, le gusta que le digan que la música que escucha, y que disfruta, es deficiente y o que sus conocimientos acerca de la misma son pobres. No es esto exactamente lo que me ha pasado en Pitchfork, pero sí sentir que el tipo de discurso valorativo ha atacado con inusitada despiadez alguna de las cosas que creía o, más bien, sentía en cuanto a música.


Después de mi desencantó inicial quise saber, porque sospechaba que así sería, si existían en la red manifestaciones importantes de enfado ante la dichosa página. Las hay.


No sé si la cosa vaya tan lejos como para que los escritores de Pitchfork presenten en realidad deliberadamente ‘’ reseñas que sugieren que artistas malos son buenos, y que artistas buenos son malos ‘’ sólo para crear turbulencia en el mercado de la música. Pero aceptémoslos, somos influenciables, y entre más ‘’ conocemos ‘’ y más nos metemos no nos hacemos necesariamente menos. Seguro que a un fanático de Wisin y Yandel le importará un comino que le mostrés un 10.0 que una publicación acreditada le dio al álbum de Wilco al mismo tiempo que un artículo donde algún intelectual habla, con argumentos brillante, pestes del Reggaetón. No voy a legitimar su estilo de vida, pero tampoco parece haber nada malo con él si sencillamente se siente a gusto con el género que escogió seguir, cualquiera sea la razón.


¿Será que vale la pena volver a la discusión de si la música puede ser presentada como buena o mala de manera objetiva y universal? Ya sé, hay un proceso, hay criterios, hay convenciones. Pero, ¿hay esencia? Por supuesto que no. La música es cultura, es arte, es humana, por tanto no se da por sí misma. Incluso las emociones que genera también tienen que ver construcciones sociales, y la emoción particular que produce en cualquier oyente es híbrida de esos valores comunes con los que tienen que ver con su experiencia personal, dentro de lo cual se podría admitir alguna pulsión interna o respuesta mística como la que haga que un tipo de sonido sobre el que nunca antes tuve ningún tipo de noticia me resulte particularmente familiar o tranquilizante.


Es verdad que la producción musical puede ser juzgada dentro de las convenciones que su mismo campo, que su misma construcción ha hecho surgir. Pero, ¿son estas tan claras, y tan fáciles de entender para todos? La sociedad intenta hacer que así parezcan. Y dentro de ese criterio universal que intenta imponerse, no a través de la masa por supuesto sino de las instancias legitimadas, Radiohead y Velvet Underground son indiscutiblemente buenos, Cradle of Filth y Limp Bizkit, indiscutiblemente malos. Decir lo contrario, en cualquiera de los casos, no es válido en el terreno de las opiniones, y lo es cuando mucho en el de las preferencias. Y volvemos a ‘’ me gusta, no me gusta ‘’. Hay consideraciones que son medio cerradas y medio abiertas, como la de que estás en libertad de decir que una película es cuando mucho divertida, pero no digas que es buena si no lo es ‘’ en realidad ‘’.


Por otro lado, volviendo a Pitchfork, desde el punto de vista periodístico, evaluación de los argumentos que dan y la forma como son presentados, no me resultan más convincentes que sus numeritos. Cada cual tiene la libertad de decir que algo le parece ridículo o estúpido, está bien. Y seguramente su estilo ácido y recargado de adjetivos curiosos y/o ingeniosos es lo que le ha valido tanta fama, además de que, hay que aceptar, contienen grados importantes de inteligencia. Tal vez me acostumbré a estilos de reseñar álbumes más respetuosos con los artistas, más políticamente correctos, podría ser. En definitiva Pitchfork te dice que ni por el putas escuchés ciertas cosas que yo y muchas personas han disfrutado, a la vez que erige como obras maestras vainas que me han hecho bostezar. Entonces ¿es en verdad la balanza de la justicia musical que intenta destruir los '' underrated '' y '' overrated '', y sacar de la ignorancia al público no educado que es incapaz de distinguir la música correcta de la incorrecta para que no se deje arrastrar por un estribillo '' catchy '', o sólo un ejercicio de intentar imponer la forma de entender la música de un tipo de personas? Seguramente, como siempre, es la fusión de muchos factores e intereses. Cabe recordar que a la hora de juzgar una obra sonora se tienen muchísimos elementos en cuenta que van más allá de la buena o mala ejecución de un instrumento, algunos de ellos verdaderamente abstractos. Pagaría por ver al equipo de Pitchfork criticando un disco de Reggaetón. ¿Le pondrían un -10 o nos sorprenderían quién sabe de qué manera?


Cuando era chico soñaba con algún día poder escribir reseñas en Rolling Stone, o cualquier otra. Lo proyectaba como el empleo más fantástico del mundo. Pero ya aprendí que las valoraciones de álbumes no se me dan, y por eso este blog no volvió a incluir. Preferí ahorrarme el riesgo de quedar como un idiota. Desafortunadamente nací hace 21 años, y durante casi 18 no me escuché más de diez álbumes completos. Aún con internet sé que nunca podré escuchar todo lo que se ha hecho, y así lo hiciera, no creo ser capaz de recordar cada textura sonora, para a la hora de evaluar un disco poder reconocer cada guiño, cada plagio, cada cliché, etc. Y quizás después de muchas escuchas no lograré que alguna pieza calificada como maestra me genere la más mínima emoción, mientras seguiré sintiendo innegable simpatía por alguna canción de Paramore o Sum 41. Se entiende que precisamente por haber una cantidad tan inmensa de música, que es imposible escucharla toda, necesitamos que alguien nos diga - ya no en que gastar nuestro dinero - si no en que vale usar nuestro tiempo de descargas en internet y por supuesto de escucha de música. ¿Será fácil determinar ese criterio de pertinencia?


Mientras reflexionaba acerca de todo esto, pensé «qué tan mal puedo estar. O será que no puedo vivir en un mundo donde se intenta sistematizar todo, y hasta la música, algo tan intrínsecamente liberador, nos lo quieren arruinar con su disertación elitista ». Luego dije, «¡Bahh! No pasa nada», al fin y al cabo esa institución del arte nunca me dio buena espina. Como que se me da mejor con la sociología y la antropología – ciencias tan dudosas e inseguras como yo – y desde allí también puedo analizar la música, y creo que así lo he hecho en esta entrada. Intentaré seguir en mi ingenua tarea de escuchar toda la música del mundo, hasta ser totalmente inconsecuente con cualquier lógica moderna de experiencia musical, y seguir alimentando mi criterio, ‘’ My pointless point of view ‘’. Decidí seguir el camino de los tontos y decir ‘’ si te gusta, está bien ‘’. Finalmente si no somos tan geniales como para prever lo que estos señores ven en la música, qué caso tiene seguir sus consejos.

No obstante, ésta reflexión continuará. Cómo dijo alguien por ahí, cualquier amenaza, insulto o reclamación, a través de este medio se le recibe con gusto.

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